TeeTime Klever / Fast Company
El cliente odiaba tu propuesta. O bien, su estrategia fracasó miserablemente. O bien, el candidato por el que se unió, favorecido para ganar por abrumadora mayoría, sufrió una derrota humillante.
¿Qué vas a hacer después? Obviamente, buscas a alguien a quien culpar.
Es una reacción humana natural. Estás enojado porque tus planes quedaron en nada. Tienes miedo por tu reputación y tu futuro. Te duele que tus mejores esfuerzos no hayan producido ningún resultado positivo.
Así que buscas un chivo expiatorio. Y cuando encuentras uno, recurres a la acusación, la condena y el difamación. Los hechos no importan. Lo que importa es encontrar un villano que desvíe la atención de tu propia insuficiencia percibida.
En una palabra, busca cobertura empleando la entrada de esta semana en el Léxico ético:
Chivo expiatorio (chivo expiatorio ismo) sustantivo
Un mecanismo de defensa psicológica de negación mediante la proyección de responsabilidad y culpa en los demás.
Culpar a un extraño cuando el grupo interno experimenta frustración o no puede alcanzar una meta.
Pero el chivo expiatorio no siempre está motivado por el fracaso. A veces, es la conciencia persistente de que nuestros argumentos no están completamente formados o de que nuestras posiciones son inestables lo que nos incita a sustituir el razonamiento frío por una retórica feroz.
Nuestro miedo a ser expuesto como incorrecto supera nuestro compromiso de hacerlo bien.
Las consecuencias pueden ser devastadoras. Según UNITE, una colaboración dedicada a promover el discurso civil y constructivo, la investigación indica que buscar chivos expiatorios es el principal factor responsable de la polarización y los conflictos sociales.
ELIGE TU CAMINO
Revisar los orígenes del término puede resultar instructivo. El relato de las Escrituras presentado en Levítico describe cómo el Sumo Sacerdote que oficiaba en Yom Kippur, el día más sagrado del año judío, echaba suertes sobre dos machos cabríos.
Los sacerdotes asistentes ofrecieron una cabra en el altar del Templo; el otro fue conducido al desierto y “llevará sobre él todas las iniquidades del pueblo”. Por lo tanto, el chivo expiatorio, el que se sacrifica para que otros puedan prosperar.
Una lectura superficial suena más representativa de la superstición pagana que del monoteísmo racional. De hecho, las dos cabras idénticas simbolizan los dos caminos que tenemos ante nosotros, individual y colectivamente, en cada punto de decisión.
O podemos optar por dedicar nuestras energías, talentos y oportunidades a cumplir un propósito superior, o podemos desperdiciar nuestro potencial y deambular por el desierto de la autocomplacencia inútil.
Al recurrir al chivo expiatorio como respuesta al conflicto, descendemos al pantano moral de los insultos, las verdades a medias e incluso la distorsión calumniosa. Legitimamos el comportamiento más despreciable, dando licencia a nuestros adversarios ideológicos para responder con tácticas similares.
Los campos opuestos se atrincheran más en sus posiciones, se vuelven cada vez más desinteresados en los hechos o la lógica. Encontrar puntos en común o proponer soluciones razonables se vuelve imposible.
TOMA EL CAMINO ALTO
La lección del chivo expiatorio nos invita a elegir un curso diferente. El macho cabrío llevado al desierto se lleva nuestros pecados si, y solo si, nos ofrecemos simultáneamente en el altar de la colaboración, el respeto mutuo y la visión inspirada.
La pasión puede ser una fuerza poderosa para el cambio positivo, y tenemos el deber de denunciar la desinformación y el razonamiento defectuoso dondequiera que aparezca. Pero podemos hacerlo con profesionalismo y articulación madura.
Cuando lo hacemos, especialmente cuando aquellos que se oponen a nosotros descartan los buenos modales por fanfarronadas, ganamos ventaja simplemente manteniendo nuestra dignidad personal.
El discurso disciplinado y la expresión refinada han estado bajo ataque durante años, pero existe la esperanza de que el péndulo finalmente pueda estar retrocediendo.
Para revertir los efectos tóxicos de buscar chivos expiatorios, UNITE ha lanzado una notable iniciativa llamada The Dignity Index, una escala de ocho puntos para calificar el discurso según su poder para unir o dividir. Proporciona una herramienta extraordinaria no solo para la política, sino también para los negocios, la familia y todos los ámbitos de la vida.
De hecho, según el líder del proyecto, Tami Pyfer, líderes empresariales, superintendentes escolares y funcionarios electorales se han acercado a UNITE en busca de orientación no solo para usar la herramienta de evaluación, sino también para implementar sus principios subyacentes.
Los líderes de todos los rincones del mundo profesional están comenzando a notar que la buena ética es realmente un buen negocio, que la imagen de su marca brilla más no cuando arroja barro a sus rivales sino cuando establece estándares más altos para usted mismo.
Una mirada retrospectiva a la historia ofrece ejemplos inspiradores de héroes que mantuvieron la gracia y la dignidad frente a la malicia, en particular Martin Luther King, Mohandas Gandhi y Susan B. Anthony. Más recientemente, Nelson Mandela ofreció esta conmovedora evaluación del camino a seguir:
“Al final, la reconciliación es un proceso espiritual, que requiere más que un marco legal. Tiene que suceder en los corazones y las mentes de las personas”.
Al convertirnos en chivos expiatorios, buscamos proteger nuestros propios egos e ideologías degradando y deshumanizando a los demás. Pero sus ganancias a corto plazo se desvanecen en medio de pérdidas a largo plazo.
Por el contrario, defender la dignidad de los demás preserva nuestra propia humanidad, convierte a los adversarios en aliados y allana el camino para descubrir soluciones creativas a los desafíos que todos enfrentamos juntos.