Se asocian el golf con el lujo y la exclusividad.
Klever Tee Time / Redacción
En lo que a salarios se refiere, un golfista profesional medio queda muy por debajo de la media de otros deportes como el fútbol o el baloncesto.
Cada temporada, los jugadores empiezan de cero, no hay contratos que garanticen un año en blanco. Se les paga en función de sus resultados y se costean sus billetes, sus alojamientos y manutenciones durante los torneos.
Este año, se han incluido cinco jugadores de golf entre los cien deportistas mejor pagados. Tiger Woods, Phil Mackelson o Jordan Spieth, se codean con tranquilidad entre los treinta primeros con pilotos como Hamilton o Vettel o tenistas como Rafa Nadal.
Pero los 43 millones que cobró el año pasado Woods, el golfista mejor pagado y número 16 en la lista, quedan muy lejos del deportista mejor pagado en 2017: el boxeador Floyd Mayweather, que ha ostentado este millonario título cuatro veces dese 2010. En el top ten están también grandes del deporte como Messi (111 millones de dólares) o Roger Federer (72 millones).
Sin embargo, el actual número 1 mundial en golf, Justin Thomas, está en la posición 66 con 26 millones de dólares ganados en 2017. Es cierto que la cifra resulta igualmente astronómica para cualquier aficionado que acude a los campos de golf en la Manga Mar Menor o que pueda estar leyendo estas líneas. Pero la proporción de golfistas en esa lista, de sólo un 5%, da una idea del salario que deben cobrar los jugadores profesionales de golf en comparación con otros deportes.
El jugador de golf comienza de cero cada temporada, y no existen contratos que garanticen un año en blanco sin lograr ningún título. Si consiguen controlar el juego hoyo tras hoyo, campeonato tras campeonato, irán a los mejores hoteles alrededor del mundo.
Se cobra por resultados. Buscando una comparativa gráfica, Leo Messi gana 10 millones de euros cada temporada, independientemente de si juega todos los partidos o pasa en el banquillo la mitad de ellos. Lo mismo ocurre con cualquier jugador de la NBA, por ejemplo.
El golf profesional requiere de una inversión constante y no hay, como en otros deportes colectivos, viajes y desplazamientos con el equipo hasta el hotel de concentración pagado por el club. En competiciones inferiores el nivel de ingresos apenas llega para cubrir gastos, incluso para un buen jugador.
La propia Ryder Cup, celebrada en Francia y que se vivió con intensidad desde el golf resort en la Manga Mar Menor, no tiene premio económico. Y sin embargo, la competición genera ingresos millonarios.
Nacida hace más de 90 años, es capaz de atraer a los mejores golfistas de Estados Unidos y Europa sin necesidad de recurrir a un suculento incentivo económico. La Asociación de Golfistas Profesionales de América que organiza el evento cuando se celebra al otro lado del Atlántico, sí da una recompensa a sus jugadores norteamericanos de 200 mil dólares, pero la mitad de esa cantidad debe destinarse a obras de caridad y la otra mitad a programas de desarrollo entre los más jóvenes.