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El Clima: Un Ingrediente Invisible en el Sabor del Whisky
¿Sabías que hasta el 80 % del sabor de un whisky proviene del tiempo que pasa en barrica? Aunque la calidad del destilado y la fermentación juegan roles esenciales, el proceso de maduración es el verdadero alquimista del sabor. Pero más allá del tiempo, la ubicación física donde envejece cada barril también marca una diferencia radical: el mismo whisky puede evolucionar de formas muy distintas en el frío húmedo de Escocia que bajo el calor abrasador de Texas.
La destilería Balcones, en Waco, Texas, emprendió un ambicioso experimento antes de ser adquirida por Diageo. Tomaron barriles de la misma destilación y los dejaron madurar durante 48 meses en cuatro ubicaciones distintas: Escocia, Washington, Kentucky y Texas. ¿El objetivo? Medir cómo varía el perfil de sabor dependiendo del clima, sin control de temperatura en ninguno de los sitios.

Los resultados fueron fascinantes. El whisky añejado en Escocia desarrolló suaves notas de miel, vainilla y frutos secos tostados. En Washington, predominaban las especias, frutas y el roble. En Kentucky, el perfil era más intenso, con frutos secos marcados y especias fuertes. Pero fue Texas quien robó el show: el calor extremo y los cambios drásticos de temperatura convirtieron las barricas en una “olla a presión de madera”, generando sabores profundos de caramelo, frutos secos y espresso.
Por su parte, la destilería texana Milam & Greene realizó su propio estudio lanzando un producto al mercado: The Answer. Este bourbon, destilado en Bardstown en 2019, se dividió y añejó la mitad en Kentucky y la mitad en Blanco, Texas. Ahora se vende como un set de dos botellas de 375 ml por $150 USD, permitiendo a los consumidores experimentar por sí mismos cómo la maduración afecta el resultado final.

Ambos experimentos llegan a la misma conclusión: el clima importa, y mucho. El whisky, como un organismo vivo, “respira” a través de las estaciones: se expande con el calor, absorbiendo los compuestos de la madera, y se contrae en el frío. Este proceso cíclico, influenciado por la temperatura y la humedad, transforma radicalmente cada barrica. Si bien la receta es la misma, el lugar en que madura le imprime una huella única e irrepetible.