Tee Time Klever / Marca
Tras remontar siete golpes, aprovecha un regalo del indio Lahiri para ir a un desempate, que ventila en el segundo hoyo.
Ayudado por un inexplicable error del indio Anirban Lahiri, que falló un putt de un metro en el hoyo 18 para abrir la puerta al desempate, Sergio García, en el segundo hoyo de playoff, también se adhirió a la fiebre del cuatro que se desató el domingo en España.
El golfista de Borriol, 44 años, con una tarjeta de 66 golpes y después de haber cometido un bogey, el único del día, con tres putts en el último tramo (el par 3 del hoyo 3, pues en el LIV salen todos a la vez, cada uno por un hoyo), subsanó el error.
Le cayeron como premio cuatro millones de dólares, el cheque más grande de su carrera. Es el segundo español que sale airoso en la start up que impulsan los árabes tras la victoria de Eugenio López Chacarra en Singapur hace dos temporadas.
Su triunfo, el trigésimo séptimo de su carrera, termina con una sequía de casi cinco años -desde octubre de 2020-, con los sinsabores de tres playoff en la liga a la que se adhirió en 2022 y que le habían negado tres victorias en los últimos once meses y aporta aún más crédito a la carrera de Sergio.
Se inició con victoria en el profesionalismo en 1999. Han pasado 25 años y sigue ganando. Tom Watson y Jack Nicklaus sólo aguantaron en los palmarés 23. El eterno Mickelson lo ha estirado hasta 30.
Para martirio de Lahiri, su error tuvo doble consecuencia: abrió la puerta al desempate también en la clasificación por equipos y en ese lance, los Fireballs, representados por David Puig y Abraham Ancer, superaron a los Crushers de DeChambeau y Paul Casey. En ese metro, el indio se dejó 1,8 millones de dólares para él y 3 millones para el equipo. Una tela.
La remontada
Lahiri, que no ha levantado un trofeo desde 2015, salió con tres golpes de ventaja sobre Lee, cinco sobre Chacarra y siete sobre Sergio. “Si hace el par o bajo par, lo tiene hecho”, auguró la víspera Jon Rahm, visionario, fallón el domingo y con el suficiente talento para sumar otro top 10.
No contó, sin embargo, con el factor cabalístico de Sergio, que como Alcaraz en Wimbledon y España en la Euro, también buscaba una cuarta victoria. La suya era en Valderrama, el santuario del golf nacional. Este tipo de coincidencias provocan en García una motivación casi infantil.
Con greenes más amables que otros días, calor y nada de brisa, García, de rojo por el día que era, empezó a morder terreno. Desde su primer hoyo -empezó por el par 5 del 4, el de la cascada- se le notó un swing fluido y un lenguaje corporal de día grande.
Mientras Lahiri sufría, Sergio disfrutaba. Birdie en ese hoyo. Y en los impares próximos a la casa club, el 7, el 9 y el 11. Su golpe más brillante llegó en el 12, un par 3 en el que estrelló la bola contra el mástil con el primer golpe. Ha conseguido 13 ‘aces’ en su carrera. 20 centímetros le separaron del 14. En ese impulso se plantó a un golpe del líder a falta de nueve hoyos.
Sergio lleva 30 años jugando en Valderrama. Se conoce cada rincón, cada ráfaga que se cuela entre las ramas de los alcornoques. Conoce cada nervio en los greenes. Jugó con uno de esos en el 14 para pasarse la bandera y que cayera mientras se montaba una buena algarabía en ese green que se recoge como un volcán. Sumó el sexto birdie del día para empatar en cabeza a falta de siete hoyos. Una corbata en el 15, no obstante, le impidió liderar en solitario.
Un birdie de Lahiri en el fácil 11 le dejó sólo con siete bajo par en cabeza. El indio había perdido la armonía en los segundos golpes, pero se defendía con buenos golpes de recuperación. Tanto tensó la cuerda que en el 14 cometió otro bogey y volvieron a abrazarse en el tanteador.
A Sergio le quedaban tres hoyos, uno más al asiático, entre ellos el 16 y el 18, los más difíciles del campo, aunque también el 17, el par 5 del lago más famoso del golf español, que estaba goloso y al que el indió sacaría un birdie con un putt de cinco metros.
Pero antes, Lahiri era un flan y la mandó al bosque de la izquierda del 16. “Está muerto”, sugirió Gonzalo Fernández-Castaño. Con un bogey, dejó al español líder en solitario, que sacó dos pares con golpes de fantasía. Luego llegó ese final surrealista, humano y errático y cuyo desenlace fue familiar para las fotos de Valderrama que ya había visto al mismo campeón en 2011, 2017 y 2018. Es un matrimonio perfecto.